domingo, 26 de abril de 2015

Madurez Emocional ¿Crisis o transición?


La conjunción de la madurez o capacidad para saber reaccionar adecuadamente en éxitos y fracasos con la presencia de una buenas emociones no siempre se da. Lo importante es tener conceptos de estas dos realidades humanas tan importantes para tratar de integrarlas en una respuesta de adecuación.

Por: Roberto de Vries

 

Cambios en la mujer: Menopausia

Irritabilidad en la menopausia

Por:  Raquel Pomares

Las mujeres son más propensas a sufrir cambios en el estado de ánimo que los hombres, aunque estos cambios son causados generalmente por cosas cotidianas como dormir mal, problemas laborales, estrés, la adicción a alguna droga o su abstinencia y algunas problemas médicos (como el déficit de triptófano o el hipertiroidismo), durante la menopausia, la depresión e irritabilidad es más marcada, siendo uno de sus síntomas típicos.




o    Los cambios del humor, como la depresión e irritabilidad, son característicos de la menopausia.
o    La irritabilidad está presente en el 70% de las mujeres menopáusicas.
o    La relación de la mujer con su entorno es la más afectada por los cambios de humor.

Ver articulo completo visitando el enlace irritabilidad en la menopausia





Cambios en el hombre: Andropausia.

   
Andropausia es un término creado para cotejar los cambios producidos en el hombre con el correr de los años con aquellos producidos en la mujer durante su menopausia. Si bien tanto la menopausia como la andropausia son etapas de la vida de la mujer y el hombre donde se manifiesta una disminución de la producción hormonal, ambos procesos se viven en forma diferente y no son tan similares.
Los síntomas de la andropausia pueden pasar mucho más desapercibidos ya que la caída hormonal no es tan abrupta y al contrario de lo que sucede en la mujer, la llegada de la andropausia en el hombre no significa un cese total de la función reproductiva, ya que la producción de espermatozoides continúa.
La andropausia es un proceso que se manifiesta en forma lenta y progresiva, a veces imperceptible, producto del descenso del nivel de andrógenos (hormonas sexuales masculinas) con el paso de los años. Si bien la edad de comienzo es muy diversa, en líneas generales, los primeros síntomas comienzan hacia los 50 años. Y además, hay una diferencia marcada: mientras que en la menopausia la mujer debe enfrentar mayormente cambios físicos, en la andropausia, el hombre tiene cambios físicos sutiles pero en cambio debe enfrentar predominantemente cambios psicosociales.
El sentimiento de pérdida de masculinidad y potencia sexual puede dar lugar incluso a una baja autoestima y pérdida de confianza y repercutir en la relación de pareja.


 

En nuestra sociedad es muy común hablar del proceso de madurez femenino; a nadie le escapa el tema de los “calores o bochornos de la mujer madura”, de la menopausia y las necesidades del suministro de hormonas para que calmen el carácter y que se controle el estado de ánimo, así como para que recupere el apetito sexual.

La pregunta que se desprende es ¿qué pasa con el hombre en el periodo de la madurez? Ahora sabemos que en la mujer existe una etapa en la vida que se denomina “menopausia” y posteriormente “climaterio”, en la cual la mujer pierde la capacidad reproductiva. Los años en el hombre también provocan cambios hormonales y por lo tanto en la sexualidad masculina. Los cambios generados en el hombre por los procesos hormonales son muy distintos a los que presenta la mujer.

El hombre no pierde la capacidad reproductiva, es fácil encontrar hombres de mas de 60 años (por lo menos en el 50 % de ellos), esperma con calidad reproductiva y por lo tanto la edad no es impedimento para embarazar a una mujer. Otra de las diferencias entre hombre y mujer en edad madura, es que el hombre no esta atado a periodos regulares o cambios bruscos, lo cual da la posibilidad de la procreación en varones de edad avanzada.

En la década de los noventas se empezó a usar el término de “Andropausia” para los efectos que se producen por la edad en los varones. El término Andropausia se acuñó para referirse a las similitudes que parecía tener con la menopausia, más adelante se ha comprobado que estos procesos no son del todo iguales. Menopausia significa terminación de la menstruación, mientras que andro se refiere al hombre, pero el cual no tendrá una terminación, asimismo el concepto de Climaterio, se refiere a “escalón” y el hombre lleva un paso lento y prolongado sin subidas y bajadas.

La Andropausia identifica el proceso que sufre el varón mayor de 45 años, el cual es paulatino, largo, no termina abruptamente con la capacidad de engendrar, ni tampoco termina con el deseo, ni con el ejercicio de la sexualidad, pero si causa cambios hormonales, físicos y psicológicos. Los síntomas de la Andropausia no solo son en la sexualidad; también se afecta el estado de ánimo: presentándose irritabilidad, desasosiego e incluso una tendencia a la depresión y en la función sexual uno de los principales efectos es la dificultad para tener y mantener la erección. Las alteraciones en la sexualidad son solo un aspecto; en conjunto, los factores de cambio hacen sentir al hombre que va perdiendo su masculinidad, su potencia sexual, su atractivo, su capacidad laboral, la seguridad en sí mismo, la autoestima, etc. Se pierde el rubor sexual de la piel y se reduce la tensión muscular durante la excitación sexual.


Es necesario tomar en cuenta los factores culturales que afectan el desempeño sexual de los hombres mayores de 45 años; entre los cuales se encuentran los estigmas como son: “viejo rabo verde”, el “cebollón”, el “viejito carcamán”, el “libidinoso”, etc., factores que niegan la existencia y posibilidad de una sexualidad libre y satisfactoria a ciertas edades. Pareciera que la sociedad otorga un espacio a la madurez siempre y cuando no sea sexualmente activa. Esto se ha convertido en uno de los peores mitos de la sexualidad, tanto para los hombres como para las mujeres mayores a los 50 años. La verdad es que la actividad y ejercicio libre de la sexualidad es una condición de cada ser humano hasta el último día de su vida.

Disolución de la relación de pareja: separación operativa.




En condiciones estables en la pareja se establece un statu quo que permite la convivencia, aunque sea dura y aversiva. Es en los periodos en los que ocurren cambios importantes cuando es más probable que se desencadenen los conflictos graves. Cambios como la paternidad/ maternidad, el abandono del hogar de los hijos, la jubilación, alguna enfermedad grave, etc. pueden ser el desencadenante de un problema que en realidad puede llevar larvado mucho tiempo.


Claramente las parejas con conflictos tienen mayores discusiones e interacciones que son problemáticas y les es muy difícil encontrar una salida a la forma de enzarzarse. Desde un enfoque cognitivo conductual se han analizado con detalle como son los patrones de relación en las parejas con problemas, sobre todo en la comunicación y en las habilidades de resolución de problemas. (una descripción más amplia de algunos de estos modelos se puede ver en Cáceres, 1996).

Se han determinado patrones conductuales que se instalan en las parejas con conflictos (Finchman y Beach, 1999a):
El más problemático es cuando a una comunicación negativa se responde generalmente con otra comunicación negativa por parte del otro estableciéndose una reciprocidad en la negatividad que puede acabar en una escalada de violencia. A la escalada verbal suele contribuir en mayor medida la mujer. Las mujeres que no lo hacen es porque tienen más capacidad de razonar en esas circunstancias sobre sus pensamientos y cambiar la respuesta más automática. Este patrón de reciprocidad negativa aparece también en los matrimonios que no tienen problemas; pero con mucha menos frecuencia, en ellos una interacción negativa es seguida frecuentemente por una respuesta positiva o por ninguna respuesta. El patrón de reciprocidad positiva se da en ambos tipos de matrimonios. (Gottman, 1998). Es por tanto la reciprocidad negativa, que de alguna manera es más “justa” uno de los patrones de interacción que más frecuentemente se asocia con los problemas de pareja. Este patrón es un estado absorbente, es decir, es muy difícil salir de él.

Otro patrón problemático aparece cuando la mujer da respuestas hostiles mientras que el hombre se retira o no contesta, ante lo que la mujer incrementa su hostilidad. En los matrimonios armoniosos se da también este patrón aunque con menor frecuencia y a menudo acaba con la retirada de ambos.


Uno de los métodos que se utilizan para resolver los problemas de comunicación es el empleo de la metacomunicación, es decir, reflexionar sobre la forma en que se está dando la comunicación. Por ejemplo, se dice “no me estás escuchando” para intentar que haya una escucha, pero el mensaje no verbal agresivo va acompañado, en general, por un componente no verbal agresivo, y el que responde lo hace al componente agresivo, lo que lleva a más discusiones, metiéndose en un círculo vicioso. En los matrimonios sin problemas contestan a la metacomunicación y no al componente emocional.

Como patrones de comunicación problemáticos Gottman (1998) añade la presencia de los cuatro jinetes del Apocalipsis que pueden conducir a la pareja al divorcio: la crítica, la actitud defensiva, el desprecio y hablar mucho para que el otro no pueda dar su opinión. Para este autor se comienza con la crítica que lleva a los otros jinetes.

Todos estos patrones de conductas pretenden la mayoría de las veces resolver el conflicto, pero no solamente no lo resuelven, sino que lo perpetúan y la propia interacción se convierte en el problema que lleva a la separación. No siempre los conflictos llevan a la ruptura. Se ha reportado un tipo de conflictos en los que el marido se enfada e inicia la discusión con ánimo de resolver el problema. Cuando se tiene éxito, la relación puede salir fortalecida,  en estos casos el conflicto vivido por los hijos no es negativo para ellos, incluso puede ser una ocasión para aprender a ser asertivos. (Finchman y Beach, 1999a).

Se han estudiado también los elementos cognitivos que preceden, están asociados al conflicto y a veces pueden desencadenarlo. Epstein y colaboradores (1993) identifican los siguientes:
La atención selectiva. Los miembros de la pareja tienden a valorar de forma muy diferente la frecuencia con la que ocurren determinadas conductas, fijándose en aquello que les duele y dándole subjetivamente mayor frecuencia, para lo que acuden a buscar en la historia de la pareja hechos similares con los que intentan confirmar su percepción actual, o simplemente justificando su miedo a que ocurra algo aversivo (Ver también Sillar et al, 2000).
Atribuciones. La atribución del problema a determinadas causas se ve como un elemento necesario para su solución, de aquí la importancia de que las atribuciones estén realizadas correctamente. Un tipo de atribuciones que incrementan los problemas, son aquellas en las que se atribuye al otro la responsabilidad de los problemas comunes. Lo mismo ocurre con aquellas en las que se atribuye la conducta negativa del otro a malas intenciones, siendo casi imposible probar su falsedad. Este tipo de atribuciones intensifica el conflicto al incrementar los ataques verbales que intentan culpabilizar y avergonzar al otro.
  • En las parejas en conflicto se atribuyen las principales causas de los conflictos a rasgos globales, internos y estables, que son imposibles de cambiar. Cuando pierden la esperanza de cambiar al otro, o escalan la agresividad aún a sabiendas de que no vale para nada o se retiran y se deprimen.
  • Dentro de los problemas generados por las atribuciones mal hechas está la de atribuir al otro la capacidad de hacer el cambio necesario para la solución del problema, suponiendo que no lo hace porque no quiere y entonces se le culpa y ataca.
  • La discrepancia en las atribuciones sobre la causa de los problemas, puede ser a su vez causa de problemas.  Por ejemplo si la esposa cree que el marido piensa que su personalidad es la causa de los problemas y no está de acuerdo, esto se convierte de nuevo en un foco de discrepancia.

Expectativas. Es evidente que si no se tienen expectativas de solución la posibilidad de que los problemas se resuelvan son mucho menores, se deja de buscar y de intentarlo. En consecuencia pueden darse problemas de depresión al producirse indefensión. Cuando tienen la creencia de que los problemas se pueden resolver se dan más posibilidades de que se resuelvan.
Suposiciones y estándares. Si aparece una discrepancia entre lo que creen los esposos que debería ser el matrimonio y lo que perciben que es, tanto en cualidad como en cantidad, los problemas están asegurados. No es necesario que sean conscientes de la discrepancia para que aparezcan los conflictos. Sin embargo las diferencias reales entre los estándares de ambos componentes tienen poca correlación con el nivel de satisfacción del matrimonio, siempre y cuando no exista discrepancia entre lo que “debería ser y lo que es”, cada uno de ellos puede pensar que se cumplen en el matrimonio.


Las creencias irracionales pueden ser una de las fuentes de conflicto en las parejas. Eidelson y Epstein (1982) listan algunas de ellas: Estar en desacuerdo es destructivo de la relación, los miembros de la pareja deben ser capaces de averiguar los deseos, pensamientos y emociones del otro, los miembros de la pareja no pueden cambiarse a sí mismos o a la naturaleza de la relación, uno debe ser un compañero sexual perfecto del otro, los conflictos entre hombre y mujeres se deben a diferencias innatas asociadas al sexo que se muestran en las necesidades y en la personalidad.

Gottman y Levenson (1986) explican como las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres pueden influir en los conflictos de la pareja. Para estos autores el hombre muestra incrementos más amplios de actividad autonómica ante el estrés, cambios que se disparan más fácilmente y tardan más en recuperarse que en la mujer. Por eso se ven inclinados a evitar todas aquellas situaciones asociadas con un alto nivel de activación. En consecuencia intentan un clima racional dentro de las relaciones, para lo que adoptan patrones más conciliadores y menos generadores de conflicto, y si este empezase tienden a retirarse antes que la mujer. Cuando el enfado y la hostilidad de ella generan enfado y hostilidad en él, esta genera miedo en ella, el cual genera más hostilidad y enfado en él produciéndose la escalada del conflicto.


Las diferencias en la reactividad fisiológica pueden estar en la explicación del patrón de demanda de la mujer – retirada del marido, el exceso de excitación predispondría al hombre a iniciar la retirada ante las demandas de la mujer, llegando al punto de no hacerle ningún caso (Gottman, 1998).